La misma tecnología que está utilizando Google Glass. Podrá generar música, información del transporte público, la previsión meteorológica, o simplemente publicidad inyectada al cerebro. La misma profecía no de Orwell sino del profesor Farnsworth en Futurama: “It's very simple. The ad gets into your brain”.
La tecnología se ha conseguido, ahora marketing decide dónde aplicarla. Es una tecnología orientada al marketing sensorial; sabemos de la simplicidad de la vista que identifica unos 200 colores, respecto al olfato que trabaja hasta con 10.000 aromas distintos. Y sabemos que el oído aporta emoción en la percepción: nuestro cerebro reacciona ante sonidos escuchados desde el vientre materno; o por ejemplo una investigación muestra como al ser preguntados por una experiencia emocionante, el 96% de los encuestados rememoraba una canción, mientras el 70% citaba algún tipo de actividad sexual.
Podemos hacer ya un listado de posibles aplicaciones en el marketing social de las Talking Windows: fundraising, argumentos para realizar prevención sanitaria, modificar comportamientos incívicos. Pero es el momento de parafrasear al célebre Ian Malcolm ante hordas de velocirraptores: los científicos han estado tan preocupados en desarrollar la tecnología, que no han parado a pensar si debían. Que Dios nos asista, estamos en manos de ingenieros. Y los ingenieros suicidan a los profesionales del marketing.