Menudo dilema. Ultimamente me preguntan mucho por el futuro, sobre todo con tantos cambios tecnológicos tan efímeros. Nosotros no tenemos la bolita mágica ya que, a nuestro pesar, somos consumidores de lo que otros inventan. Entonces la solución esta clara, cambiemos. Convirtámonos en Apple, seamos creadores, diseñadores o productores de las futuras innovaciones. Adelantemonos a la impresión 3d, al packaging electrónico, a los nuevos vehículos drones, a los scanners de visión, etc.
Pongamos el caso de Apple. Son muchos los que llevan augurando la inminente caída de Apple desde hace años y la compañía se empeña en llevarle la contraria. Con algo tan concreto como unos resultados financieros de vértigo.
Subiendo el precio del iPhone al mismo tiempo que vende más que nunca. Una contradicción en sí misma de la ley de la oferta y la demanda. Entre los autores que no creen en este tipo de modelo de empresa centrada en la innovación se encuentra Clayton Christensen, profesor de la Harvard Business School y más conocido por ser el autor en 1997 del libro El Dilema del Innovador. Esta publicación es uno de los grandes hitos de la economía y la innovación, siendo casi un objeto de culto entre los economistas. La teoría de la disrupción se ha aplicado durante años y ha explicado un buen número de debacles en el sector tecnológico.
La teoría original de la disrupción, ahora conocida como disrupción de nuevos mercados, entre otras cosas describe el fracaso de las empresas que ignoran las nuevas tecnologías que no se acoplan a las necesidades de sus clientes o de su modelo de negocio. ya que la nueva tecnología, va destacando en atributos completamente diferentes a los del producto establecido y continúa madurando para al final acabar conquistando el mercado.
Por otra parte existe la disrupción de la gama baja. Una nueva tecnología integrada y próxima triunfa en el comienzo de un mercado nuevo porque produce un producto superior que los clientes están dispuestos a pagar. Sin embargo, conforme la tecnología madura, incluso los productos modulares se vuelven "lo suficientemente buenos" — los clientes siguen sabiendo que el producto integrado es superior en características o especificaciones, pero no quieren pagar un precio superior, y por tanto los proveedores de gama baja, que elaboran productos de partes cuyos precios han caído por la competencia, acaban conquistando el mercado.
Apple parece ser inmune a las funestas predicciones. Christensen dice que las empresas establecidas acaban "sobresirviendo" las necesidades de sus clientes y por eso son disrupcionadas pero, ¿cómo va a ocurrir lo mismo con la experiencia de usuario? ¿Hay alguien que en un momento dado diga "Vaya, esta experiencia de usuario es tan buena para mí que me sobra, mejor me voy a otra opción menos espectacular"? Ni en broma, uno nunca puede tener demasiado. Al contrario, siempre quiere más.Al igual que ocurre con restaurantes de 200 euros el tenedor, hoteles de cinco estrellas o con cualquier otro producto o servicio del mercado de consumo, hay una parte de los clientes que están dispuestos a ir más allá con tal de tener una experiencia superior. Clientes como los del sector de la moda, dispuestos a pagar más por un producto de mayor prestigio.