martes, 5 de abril de 2011

Repensar la Universidad

A lo largo del año 2010, el GMAC MET Fund (Management Education for Tomorrow), decidió asignar una sustanciosa parte de su presupuesto a indagar en abierto, públicamente, sobre las ideas y tendencias sobre las que se deberían fundamentar las Escuelas de Negocio en la segunda década del siglo XXI. Para poner en funcionamiento toda esa inteligencia colectiva al servicio de un propósito concreto, puso en marcha una plataforma digital en abierto que movilizó la experiencia y la inteligencia de profesionales, profesores y estudiantes de 60 países diferentes. El Crowdsourcing, la inteligencia de las multitudes, la inteligencia colectiva, al servicio de un problema que nos afecta y atañe colectivamente: el de cómo deberá ser la educación en este siglo, cómo deberá acreditarse y legitimarse, cómo deberá gestionarse. Son 20 las ideas que se han seleccionado de entre las 650 respuestas que se recibieron, y aunque cualquier síntesis pueda simplificar al profundidad de su contenido, al menos tiene la virtud de proporcionar una primera orientación. Quizás cabría destacar tres ámbitos principales de cambio y mejora: en primer lugar, no parece que los currícula autosuficientes y cerrados sobre sí mismos, en torno a una única materia, puedan dar una respuesta satisfactoria a la naturaleza compleja e interdisciplinar de los problemas a los que los alumnos deban enfrentarse: más que programas cerrados con contenidos divididos en materias compartimentadas necesitamos espacios de encuentro entre disciplinas diversas que ataquen combinadamente problemas importantes para la sociedad o las personas. Eso, forzosamente, nos llevaría a diseñar un currículum diferente no tanto en torno a contenidos como a procesos y competencias que podrían adquirirse de otra forma. El ejemplo del Poverty Action Lab o el D-Lab (Development through dialogue, design and dissemination), ambos en el MIT, sumado al de la D-School de Standford, son claros ejemplos de cómo saltarse las barreras rompiendo el currículum puede ser un ejercicio extremadamente fructífero; en segundo lugar, la Escuela o el centro ya no es el único lugar, ni siquiera el principal, donde las cosas deban o puedan transcurrir: las plataformas digitales de trabajo abierto y colaborativo, las bibliotecas de recursos compartidos, el teletrabajo digital o el encuentro síncrono o diferido gracias a aplicaciones informáticas gratuitas. La educación es expandida y móvil por dos razones: porque contamos con los mecanismos para hacerlo pero, sobre todo, porque esos mismos mecanismos nos ponen en contacto con multitud de fuentes de información diversas que podemos consultar y explotar y porque nos permiten construir una red sólida de trabajo colaborativo. Y no se trata, solamente, de experimientos más o menos radicales, como el de la WikiUniversity o el de la ITunes University, que ponen en solfa los procedimientos de acreditación tradicionales, sino de aprovechar el poder transformador y emancipador de las redes; en tercer lugar, sólo cabe aprender haciendo, algo que las Escuelas de negocio, por su decidida orientación pragmática, tienen claro hace ya tiempo: los proyectos no son distintos a los contenidos sino que solamente puede haber proyectos al servicio de los que se ponen conocimientos, herramientas, recursos y contactos. La Team Academy en Finlandia o el laboratorio de proyectos de la D-School, son dos ejemplos extraordinarios de un proceso de generación de ideas rápidamente prototipado y puesto al servicio de un problema social previamente identificado que se convierte en un negocio viable. En realidad hablamos del futuro de la educación superior y de postgrado, del auge que las redes de generación y cogeneración de contenidos científicos en abierto están cobrando (como pone de manifiesto, por ejemplo, el creciente número de socios de DOAJ), de la legimitidad misma que las instituciones tradicionales tengan frente a las nuevas redes informales para acreditar los saberes y competencias adquiridos. En un reciente artículo de Juan Freire se resumía perfectamente lo esencial del asunto con el que lidiamos: “La emergente cultura digital representa un nuevo paradigma en que se modifican prácticas, valores y organizaciones y en particular los procesos de producción y uso de conocimiento. Esta transformación genera una necesidad de cambio en las instituciones de educación superior desde modelos pedagógicos de transmisión masiva y estandarizada de contenidos a otros basados en procesos y competencias en que los objetivos sean «aprender a aprender», el desarrollo de pensamiento crítico y capacidades de innovación y colaboración. Esta nueva Universidad debe ser interdisciplinar (capaz de afrontar los problemas emergentes que exceden las disciplinas tradicionales) y expandida (que integre los procesos educativos informales)”. Este es el final de la universidad y de las escuelas de negocio tal como las conocíamos, sin duda alguna, porque cuando se fomenta la autogestión entre los alumnos del proceso de enseñanza y aprendizaje, favoreciendo la reflexividad y la autoaprendizaje; cuando los profesores ya no son estrictamente necesarios como transmisores de contenidos o, al menos, son más intermediadores y guías que inspectores o interventores; cuando los currícula autosuficientes y ensimismados carecen de sentido en ámbitos cambiantes que requieren de una inteligencia cada vez más transversal e interdisciplinar; cuando nos urge contar con proyectos y soluciones que no sean meramente la conclusión de un proceso sino el proceso mismo; cuando Internet nos permite generar redes expandidas de trabajo colaborativo y mallas de inteligencia distribuida; cuando la escuela o la universidad ya no acaban en sus campus; cuando el poder de acreditación y legitimación de esas nuevas formas de conocimiento ya no tiene porque estar solamente en manos de las instituciones que fueron concebidas una vez para ese propósito, hasta el punto que, como en el caso de la Universidad P2P, no existe otra garantía que la que los particulares se dan entre sí… Cuando todo eso está sucediendo, simultáneamente, conviene que pensemos cuál es el futuro de las escuelas de negocio, de las universidades y de la propia educación.

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