Como
profesor de adultos en ciclos de formación profesional sigo una filosofía
bastante pragmática que establece principalmente que los conceptos son
entendidos a través de la observación activa y que el aprendizaje implica experiencia,
es decir, el contacto directo con las cosas. Por tanto, el trabajo por
proyectos es una parte muy importante del proceso de aprendizaje que defiendo
en mi programación de aula ya que incluye preparar a los estudiantes para los puestos de
trabajo, motivar y hacer la conexión entre el aprendizaje en la escuela y la
realidad de las empresas.
Los estudiantes retienen
mayor cantidad de conocimiento y habilidades cuando están comprometidos con
proyectos estimulantes, motivadores, asociativos, vinculantes, innovadores y
cercanos. Mediante los proyectos, los estudiantes hacen uso de habilidades
mentales de orden superior en lugar de memorizar datos en contextos aislados
sin conexión con cuándo y dónde se pueden utilizar en el mundo real (Blank,
1997; Bottoms & Webb, 1998; Reyes, 1998).
El
trabajo por proyectos se vuelve todavía más valioso en la sociedad actual en la
que los docentes trabajamos con grupos de alumnos heterogéneos con diferencias sustanciales
básicas como son la edad, la capacidad, la necesidad, el estilo de aprendizaje,
los antecedentes étnicos y culturales y, entre otros, el nivel de habilidad.
Con
este tipo de aprendizaje colaborativo se fomenta a los estudiantes a compartir
ideas entre ellos o servir de altavoz a las ideas de otros, expresar sus
propias opiniones y negociar soluciones, gestionar errores, entre otras habilidades
necesarias para los futuros puestos de trabajo (Bryson, 1994; Reyes, 1998).
Un enfoque de enseñanza uniforme no
ayuda a que todos los estudiantes alcancen los objetivos mínimos; mientras que
uno basado en proyectos, se construye sobre las fortalezas individuales de cada
estudiante y les permite explorar sus áreas de interés, por muy dispares que
sean, dentro del marco de un currículo educativo establecido.
Los
principales beneficios del aprendizaje basado en proyectos incluyen también:
•
Aumentar
las habilidades sociales y de comunicación.
•
Aumentar la autoestima. Los estudiantes se enorgullecen de
lograr algo que tenga valor fuera del aula de clase (Jobs for the future,
n.d.).
•
Permitir que los estudiantes hagan uso de sus
fortalezas individuales de aprendizaje y de sus diferentes enfoques hacia este (Thomas, 1998).
•
Manejar herramientas y posibilitar una forma
práctica, del mundo real, para aprender a usar la Tecnología. (Kadel, 1999; Moursund, Bielefeldt,
& Underwood, 1997).
Utilizar proyectos integradores como
parte del currículo educativo no es un concepto nuevo y los docentes, en su práctica
educativa, los llevan incorporando desde
principios del siglo XX con mayor o menor frecuencia a sus programaciones
didácticas de aula o de ciclo. El origen se le atribuye al profesor William
Heard Kilpatrick de la Universidad de
Columbia (EEUU) cuando publicó su trabajo "Desarrollo de Proyectos” en
1918. Kilpatrick más que hablar de una técnica didáctica expuso las principales
características de la organización de un plan de estudios de nivel profesional
basado en una visión global del conocimiento que abarcara el proceso completo
del pensamiento, empezando con el esfuerzo de la idea inicial hasta la solución
del problema.
Pero la enseñanza basada en proyectos
es diferente: Es una estrategia educativa integral, una concepción basada en la
integración total y global, en lugar de ser un complemento.
Estas prácticas implican dejar de lado
la enseñanza mecánica y memorística para enfocarse en un trabajo más retador y
complejo; utilizar un enfoque interdisciplinario en lugar de uno por área o
asignatura y estimular el trabajo cooperativo (Anderman & Midgley, 1998;
Lumsden, 1994)
Mantener a
los estudiantes mayores de edad en las Instituciones Educativas Públicas
comprometidos y motivados con su formación profesional constituye un reto muy
grande aún para los docentes más experimentados.
Aunque es
bastante difícil dar una receta que sirva para todos, la investigación
evidencia que existen prácticas que estimulan una mayor participación de los
estudiantes. Estas son las que debemos poner en marcha si queremos conseguir
los objetivos marcados, que no son otros que la formación en capacidades
profesionales de nuestros alumnos.
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